DPI vs PPI

A la hora de preparar sus imágenes para impresión, la mayoría de los fotógrafos piensa que estos dos términos: DPI (dots per inch) y PPI (pixels per inch) son equivalentes. Nada más lejos de la realidad. Trataré de explicar por qué.
Empecemos por los pixeles por pulgada o PPI. Ésta es la resolución real, nativa de una imagen digital. Aunque hay aplicaciones que pueden mostrarla en otras unidades de medida, como centímetros, lo más común es que se exprese en pulgadas. Creo que si no fuera así, habría mucho más confusión de la que ya hay. Imaginen que 300 pixeles por pulgada es lo mismo que 118.11 pixeles por centímetro. ¿Cómo resulta más fácil hacer cuentas?
Cuando amplificamos una imagen en pantalla, cada uno de los cuadrados que se ve (quizá a más del 300% de amplificación) equivale a un pixel. Mientras más pixeles originales haya, más fino podrá ser el detalle de la imagen. Además, cada pixel puede contener un tono distinto, en la mayoría de los casos, de una gama de más de 16 millones de colores.
Pero, nótese que en el párrafo anterior hablamos de pixeles originales. Esto quiere decir que no por por el simple hecho de cambiar la resolución en una aplicación como Photoshop o de aumentar su tamaño vamos a tener mayor detalle. Todo dependerá de la imagen original. Es decir, si amplificamos una imagen de baja resolución, digamos, de 72ppi a un 300 por ciento, no obtendremos una imagen mejor al aumentar el número de pixeles, sólo tendremos una imagen de mayor tamaño, pero con la misma baja resolución. En cambio, si reducimos su tamaño, digamos a un 25 por ciento, tendremos una imagen que parecerá de mayor resolución al momento de imprimirla, pero que en realidad tendrá el mismo poco detalle.
Por otra parte, la mayoría de los monitores son de muy baja resolución, típicamente, entre 72 y 96 pixeles por pulgada. Por eso, cuando en una aplicación como Photoshop “abrimos” la imagen a su tamaño real para ver de cerca los detalles, aparece 3 o 4 veces más grande de cómo se vería impresa. Pensemos en una imagen de 300ppi en un monitor de 72ppi (300 ÷ 72 = 4.16x). Para tener una idea más real de cómo se vería impresa, tendríamos que bajar su tamaño en pantalla a un 50 o a un 25 por ciento, según el caso (con los nuevos monitores Retina de Mac, bastaría con bajar el zoom a un 75 por ciento). Se recomienda evitar los ajustes de zoom intermedios, como 33 o 67 por ciento, pues por muy buena calidad que tenga el monitor, tienden a generar artefactos de escalamiento que pueden darnos una idea errónea de la resolución de la imagen. También tendríamos que descontar el factor de brillo del monitor, porque el papel no tiene luz propia, pero eso es tema para otra ocasión.
Y entonces, ¿qué son los DPI (puntos por pulgada?
Los puntos por pulgada son una especificación de los dispositivos de salida, como las impresoras caseras. Y aquí es donde comienza la diferencia. Si bien, hay una relación directa, es decir, 1:1 entre la resolución en pixeles de la imagen digital y la resolución de salida de la mayoría de las fotograbadoras (para la generación de negativos digitales), esto no es el caso con las impresoras de inyección de tinta o los plotters. Una impresora casera típica suele tener una resolución de impresión de 2880 puntos por pulgada, es decir, que se requiere alrededor de 92 puntos para reproducir un solo pixel de una imagen de 300ppi (2880 ÷ 300 = 9.6 tanto en vertical como en horizontal, es decir, 9.6 x 9.6 = 92.16). Por supuesto, no valdría la pena aumentar la resolución de la imagen para que igualara la de la impresora, pues el archivo resultante sería tan grande que sería prácticamente imposible manejarlo. Además, como ya dijimos arriba, el aumentar la resolución (ppi) de la imagen original no mejora la calidad de la imagen, sólo crea una imagen tan buena o mala como la original, pero de mayor tamaño.
La enorme resolución de las impresoras (en ocasiones hasta de más de 4000 puntos por pulgada) no mejora el detalle, sólo sirve para que el espectador no alcance a ver los puntos de tinta que conforman la imagen.
Finalmente, algo que pocos fotógrafos toman en cuenta a la hora de trabajar sus fotografías para impresión, es que no siempre se van a imprimir en impresoras caseras; muchas veces serán impresas en offset, y aquí viene otro concepto que pocos conocen: LPI (lines per inch — líneas por pulgada).
Se trata de un proceso mediante el cual se “traduce” la información de una imagen en líneas con puntos equidistantes, pero de distinto tamaño. Cada punto representa un elemento de la imagen, atrae una cierta cantidad de tinta y simula un cierto porcentaje de color sólido. El tamaño máximo de los puntos determina el número de líneas por pulgada que tendrá la imagen impresa. Mientras mayor sea el número de líneas, mayor será la calidad de la imagen, aunque esto también dependerá de la prensa con que se esté imprimiendo. Por ejemplo, la típica imagen de periódico puede tener una resolución entre 60 y 110 líneas por pulgada. La impresión en una revista, con papeles lustrosos, quizá tenga una resolución de unas 133 a 150 líneas por pulgada. La impresión fina, es decir, la que normalmente se usa para libros de arte, puede variar entre 175 y 200 líneas por pulgada. Mientras más fino sea el punto, más dependerá de condiciones ideales de impresión (mejores papeles, prensas más nuevas, etc.), pues en casos adversos la tinta puede extenderse más allá se los límites ideales y el punto aparecerá mayor o emplastado.
Normalmente, la proporción de pixeles a líneas por pulgada es de 2:1, es decir, una imagen de 300ppi puede producir una impresión de 150lpi. Esto es algo que habría que tomar en cuenta a la hora de preparar nuestras imágenes para impresión:  ¿cómo se van a imprimir?
Y, cuidado: no faltará el impresor que asegure poder hacerlo con una proporción menor, como 1.5:1, pero eso reduce las tolerancias y aumenta considerablemente el margen de error.
Al igual que con la impresión en impresoras caseras, el aumentar la resolución de una imagen después del hecho (en postproducción) no mejora la calidad de la misma. Ésta viene directamente de la imagen original. Si hay detalle fino en la imagen original, éste se puede amplificar, pero si no lo hay de origen, no lo habrá después, por más nitidez (sharpening) que se aplique a la imagen.

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