La importancia de un buen flujo de trabajo

La extraordinaria película de Adolfo Aristarain, "Lugares Comunes", comienza con una reflexión que Fernando Robles, el protagonista, hace mientras prepara sus notas para la cátedra que imparte:

"El escritor escribe. Si alguien quiere aprender a escribir, podrá llegar a ser una persona que escribe, pero nunca será un escritor. [...] El estilo no se busca: Se tiene o no se tiene y no sabe el por qué."

Parafraseando estas líneas, podríamos decir que fotógrafo es aquél que produce imágenes y que en ellas muestra un estilo personal que las distingue de las muchas otras que se producen día a día, en particular desde que la fotografía digital abrió la posibilidad de disparar sin limitaciones y sin remordimientos, sin estar pensando en lo que costará revelar el rollo o mandarlo a imprimir.

Pero, ¿dónde están todas esas fotografías? Con tanta cámara allá afuera en manos de tanta gente, uno pensaría que el mundo estaría lleno de cosas qué ver. sin embargo, no es así. La inmensa mayoría de esas imágenes jamás saldrá de la tarjeta de memoria. Y si lo hace, será para perderse en una de tantas colecciones desorganizadas en la computadora de alguien, donde nadie las verá, ni siquiera la persona que las tomó.

Es aquí donde el diseño de un buen flujo de trabajo entra en juego. La chamba no termina al tomar la foto. De hecho, ahí apenas comienza. Una vez que se ha producido las imágenes, hay que descargarlas, organizarlas, identificarlas y, finalmente, trabajarlas para que se ajusten a eso que llamamos "estilo personal".

Pero el estilo no sólo se encuentra en la forma que tienen las imágenes, llamémosle composición, contraste, color, etc. También está presente en la facilidad que tengamos para catalogarlas y, cuando sea necesario, encontrarlas. De nada serviría decirle a un cliente potencial, "Espera un momento... creo que por aquí dejé la foto que quiero mostrarte." Digamos que, por extensión, el estilo personal incluye la forma en que cuidamos de nuestras imágenes.

Ya en otras publicaciones, en este mismo blog, hemos comentado sobre los diferentes programas que se puede usar para organizar imágenes, programas como Aperture, Lightroom, ACDSee, etc. Hoy por hoy, quizá el más popular de todos sea Adobe Lightroom, sobre todo porque existe tanto para Mac como para Windows. Pero no importa qué programa se use, en tanto que se tenga y se mantenga una buena organización de las imágenes.

Hay quienes usan Adobe Bridge para descargar imágenes, crear carpetas e incluir palabras clave. Está bien. Pero Adobe Bridge no es más que, como su nombre lo indica, un puente entre aplicaciones. Es decir, mucho de lo que quisiéramos hacer con nuestras imágenes está disponible a través de Bridge, pero no desde Bridge. Por ejemplo, para hacer modificaciones a una imagen hay que recurrir a Adobe Photoshop—desde Bridge—y, si se trata de imágenes en formato RAW, pues a Adobe Camera Raw. Y, en este último caso, hay un inconveniente interesante, pues este plug-in de Adobe ofrece sólo tres opciones después de hacer modificaciones a una imagen: Abrir Imagen (abre la foto en Photoshop o Photoshop Elements), Cancelar (cierra la imagen y descarta las modificaciones) o Hecho (guarda las modificaciones, pero crea un nuevo archivo con formato .DNG. Y he aquí un planteamiento pertinente: Si tenemos problemas para organizar las imágenes que descargamos de la cámara, ¿convendrá crear todavía más archivos?

Adobe Lightroom, en cambio, sirve para organizar, identificar, etiquetar y modificar imágenes sin crear nuevos archivos y de manera no destructiva. O sea que todo lo que hacemos se guarda junto con la imagen original, pero sin que tengamos que abrir un archivo nuevo para verlo.

Quizá cueste un poco de trabajo imaginar esto, pero para eso tenemos una amplia gama de talleres de edición no destructiva. Visita nuestro sitio web (www.iconofilia.com) y entérate.

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